La muerte, ¿tiene sentido?
Desde que Cristo venció la muerte y nos dio nueva vida El cristiano mira a la muerte con una gran esperanza
Por: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net
¡Cosa curiosa ésta de vivir!
Sin nuestro consentimiento, Dios nos ha puesto en esta vida y ha infundido dentro de nosotros unas ansias incontenibles de vivir eternamente. Pero sabemos que, ante la muerte, no hay escapatoria posible.
De hecho, es la única certeza que tenemos al nacer: no sabemos si nos enfermaremos, si nos casaremos, si seremos exitosos, pero sabemos a ciencia cierta y sin ninguna duda, que algún día, tarde o temprano, moriremos.
Ante cualquier sufrimiento, por muy agudo y grave que sea, podemos tener la esperanza de que desaparecerá tarde o temprano. Pero de la muerte, no la podemos evitar. Sabemos que llegará en cualquier momento a nuestras vidas o a la de nuestros seres queridos.
La muerte
Las personas al sufrir la muerte de algún ser querido o al pensar en la propia, no permanecemos indiferentes. Cuando oímos esta palabra, algunos nos ponemos a temblar, estamos inquietos o incluso cruzamos los dedos como diciendo “que eso le toque a otro”. Otros, tomamos la muerte como algo natural, como el paso final de nuestro peregrinar en esta tierra. De la manera en que percibamos la muerte, así la enfrentaremos y la recibiremos en nuestra vida.
La podemos enfrentar con desesperación y angustia. Ésta es una primera reacción, pero no es conveniente, ni saludable, que nos encerremos en esta actitud negativa. Vale la pena hacer un esfuerzo por superar esa reacción, la vida no se detiene y necesitamos cumplir con nuestras responsabilidades porque hay personas que nos necesitan. Los muertos han alcanzado ya la vida eterna; los vivos necesitamos ganarnos esa vida eterna donde veremos a Dios.
Otra forma de enfrentar la muerte es con una actitud de inconsciencia. Tomamos esta actitud cuando no queremos hablar del asunto ni pensar en él. Nos volvemos irresponsables porque "no le tenemos miedo a la muerte" porque nunca hemos pensado en ella y entonces podemos caer en muchos vicios (alcohol, drogas, mal uso del sexo, etc.). Esta actitud nos lleva a desperdiciar el tiempo de nuestra vida y a cometer imprudencias. Se nos olvida que hemos sido creados por Dios y que a Él debemos llegar el día de nuestra muerte.
En la muerte podemos encontrar un sentido para nuestra existencia, tomando conciencia de que tenemos una sola vida aquí en la tierra y que hay que aprovecharla para poder alcanzar la vida eterna. Si tomamos cada día como si fuera el último, así lo viviremos más positivamente y realizándonos con más plenitud.
Los cristianos, debemos pensar que la muerte es un misterio de nuestra vida y, por decirlo así, es nuestra inseparable compañera de viaje, de nuestro paso por este mundo en el que Dios quiso también nacer y morir como nosotros para darnos ejemplo. Cristo con su muerte, nos enseñó a no temerla pues es el paso definitivo a la felicidad del cielo y de la compañía eterna de Dios uno y trino, de la Santísima Virgen, de los ángeles y santos del cielo. No la teme aquel que vive en la gracia y presencia de Dios, con su mirada puesta en la patria celeste antes que en este mundo que pasa y queda en nada. Solo así podremos afirmar como San Pablo "Para mí, la vida es Cristo y morir una ganancia" (Flp 1 21).
La novedad esencial de la muerte cristiana está ahí: por el Bautismo, el cristiano está ya sacramentalmente "muerto con Cristo", para vivir una vida nueva. Muerto con Cristo al pecado, a Satanás y sus obras, como decimos en la renovación de nuestras promesas bautismales en la solemne vigilia de Pascua.
Qué hermosa es desde esta perspectiva, desde la visión del que tiene fe, del que espera en la eternidad y del que ama en Cristo la realidad de la muerte, la buena muerte que nos lleva a las manos del Padre.
La muerte es una consecuencia de nuestro pecado original. No es un castigo de Dios, sino una privación de los bienes que tenían Adán y Eva antes de desobedecer a Dios Padre. Cristo quiso hacerse hombre, padecer, morir y después resucitar para alcanzarnos la salvación eterna. De esta forma, la muerte para el cristiano, aunque no deja de ser dolorosa y misteriosa, tiene un sentido positivo y se convierte en un paso de este mundo al Cielo en donde estaremos en presencia de Dios, y en donde tendremos dicha completa. Por eso, se entiende esta frase bíblica: “ Cristo ha vencido a la muerte”. ( Catecismo de la Iglesia Católica nos. 410-421, 1010-1014).
Desde que Cristo venció la muerte y nos dio nueva vida, el cristiano mira a la muerte con una gran esperanza. Esto no quita, sin embargo, que uno sufra cuando ve que nos dejan los seres que más amamos, o sienta miedo cuando vea que le llega la hora de la enfermedad y de la muerte. Pero también, en medio del dolor y del sufrimiento, el cristiano puede levantar los ojos y contemplar a Cristo, que dio su vida por nosotros, que murió a nuestro lado, que nos rescató con su Resurrección y nos espera con los brazos abiertos en la vida futura.
Cristo nos dice: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 15). Por medio de la muerte nosotros llegamos a la vida. No podemos estar en el Cielo si no dejamos la vida terrena. Por lo tanto, es un paso necesario para llegar al Cielo. La muerte a todos nos puede causar tristeza. Pero no nos puede abatir. ¡Cristo es la respuesta a la vida y a la muerte!