Insatisfacción y rebeldía con la vida

Un podast con una plática acerca de varias situaciones que vivimos en donde vivimos insatisfechos o en rebeldía con lo que hemos vivido. Y unos artículos que nos hablan del Amor de Dios, que es a fin de cuentas lo que en realidad nos produce insatisfacción, el no creer que Dios nos ama

ACEPTACIÓNDE LA VOLUNTAD DE DIOS




Señor, yo acepto de tu Mano, con ánimo y gustoso cualquier género de vida y muerte que quieras darme con sus amarguras, penas y dolores. 
Como prueba de mi amor para unirme a tu Redención por mí y mis hermanos, con la esperanza luminosa de la eterna felicidad junto a Ti.

DIOS ES AMOR
Muchos hombres, ante la insatisfacción de la vida, se preguntan, como esperando una
respuesta: ¿Por qué vivo y por qué muero? ¿Por qué he nacido aquí y no allí? ¿Por qué
soy así y no de otra manera? ¿Habrá valido la pena haber nacido? ¿Cuál es el sentido de
mi vida? ¿De dónde vengo y a dónde voy? ¿Hay algo más después la muerte? ¿Hay una
vida eterna feliz o una oscuridad sin límites?

Muchos ateos se responden a mismos que nada tiene sentido y todo acaba con la
muerte. Sin embargo, Dios existe y DIOS ES AMOR (1 Jn 4,8), nos ha creado por amor
y nos sigue amando desde toda la eternidad. Desde siglos y siglos antes de que el
mundo existiera, cuando no existía el tiempo..., antes del primer día en los millones de
años de edad del Universo, antes de que existiera la noche y de que el sol brillara en el
firmamento azul, Dios pensaba en ti y te amaba y soñaba contigo y te acariciaba en su
Corazón. Tú no has nacido por casualidad. Dios te esperaba desde la profundidad de la
eternidad.

Allá, en el silencio de aquella eternidad primera, Dios llenaba con su amor aquel vacío
inmenso. Y el Padre engendraba al Hijo y del amor del Padre y del Hijo procedía el
Espíritu Santo. Y los TRES vivían con la plenitud de la divinidad. Tres personas
distintas y un solo Dios verdadero. Los TRES igualmente coeternos, de la misma
naturaleza e iguales en poder, amor y dignidad. ¡Un verdadero misterio de amor!.
Y su amor infinito decidió proyectarse y crear a los ángeles. Pero muchos de ellos se
rebelaron y lo rechazaron y se convirtieron a sí mismos en demonios (Ap 12). Un
misterio incomprensible de la bondad y amor de Dios, que respeta su libertad y los ama
hasta en el infierno, pues, de otro modo, no podrían ni existir.

También decidió crear a los hombres para hacerlos felices con unos dones maravillosos:
inmortalidad, impasibilidad (no poder sufrir), integridad (equilibrio interior), ciencia
infusa, pero ellos, por instigación del demonio, pecaron y quedaron privados de esos
dones. Así comenzó el drama de la humanidad, pues la vida de todo ser humano será,
desde entonces, una lucha contra el mal y contra el Maligno (Ef 6). Pero, de nuevo, el
amor infinito de Dios se compadeció de la humanidad caída y sin esperanzas, y el Padre
envió a su Hijo para dar sentido al dolor, para ser nuestro compañero de camino y
darnos paz, alegría y esperanza.

Según muchos autores, Jesús hubiera venido de todas maneras, aunque el hombre no
hubiera pecado. Porque el AMOR de Dios tenía previsto encarnarse, hacerse
compañero de los hombres, hacerse uno de ellos; ya que el amor acerca y asemeja a los
que aman.

Ahora, Dios te ama a ti tal como eres, sin condiciones. DIOS ES AMOR. Cree en su
amor, en su Perdón, en su poder para poder cambiarte. Cree en Dios y podrás dar
sentido a tu vida en el AMOR.

Precisamente, para ayudarte en tu caminar por el difícil camino de la vida, vino Jesús a
la Tierra. Síguelo y serás feliz.


TERCERA PARTE
LA VIDA EN CRISTO

1691. “Cristiano, reconoce tu dignidad. Puesto que ahora participas de la naturaleza divina, no degeneres volviendo a la bajeza de tu vida pasada. Recuerda a qué Cabeza perteneces y de qué Cuerpo eres miembro. Acuérdate de que has sido arrancado del poder de las tinieblas para ser trasladado a la luz del Reino de Dios” (San León Magno, Sermo 21, 3)).

1692 El Símbolo de la fe profesa la grandeza de los dones de Dios al hombre por la obra de su creación, y más aún, por la redención y la santificación. Lo que confiesa la fe, los sacramentos lo comunican: por “los sacramentos que les han hecho renacer”, los cristianos han llegado a ser “hijos de Dios” (Jn 1,12 ;1 Jn 3,1), “partícipes de la naturaleza divina” (2 P 1,4). Los cristianos, reconociendo en la fe su nueva dignidad, son llamados a llevar en adelante una “vida digna del Evangelio de Cristo” (Flp 1,27). Por los sacramentos y la oración reciben la gracia de Cristo y los dones de su Espíritu que les capacitan para ello.

1693 Cristo Jesús hizo siempre lo que agradaba al Padre (cf Jn 8,29). Vivió siempre en perfecta comunión con Él. De igual modo sus discípulos son invitados a vivir bajo la mirada del Padre “que ve en lo secreto” (Mt 6,6) para ser “perfectos como el Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48).

1694 Incorporados a Cristo por el bautismo (cf Rm 6,5), los cristianos están “muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús” (Rm 6,11), participando así en la vida del Resucitado (cf Col 2,12). Siguiendo a Cristo y en unión con él (cf Jn 15,5), los cristianos pueden ser “imitadores de Dios, como hijos queridos y vivir en el amor” (Ef 5,1.), conformando sus pensamientos, sus palabras y sus acciones con “los sentimientos que tuvo Cristo” (Flp 2,5.) y siguiendo sus ejemplos (cf Jn 13,12-16).

1695 “Justificados [...] en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios” (1 Co 6,11.), “santificados y llamados a ser santos” (1 Co 1,2.), los cristianos se convierten en “el templo [...] del Espíritu Santo”(cf 1 Co 6,19). Este “Espíritu del Hijo” les enseña a orar al Padre (Ga 4, 6) y, haciéndose vida en ellos, les hace obrar (cf Ga 5, 25) para dar “los frutos del Espíritu” (Ga 5, 22.) por la caridad operante. Sanando las heridas del pecado, el Espíritu Santo nos renueva interiormente mediante una transformación espiritual (cf. Ef 4, 23.), nos ilumina y nos fortalece para vivir como “hijos de la luz” (Ef 5, 8.), “por la bondad, la justicia y la verdad” en todo (Ef 5,9.).

1696 El camino de Cristo “lleva a la vida”, un camino contrario “lleva a la perdición” (Mt 7,13; cf Dt 30, 15-20). La parábola evangélica de los dos caminos está siempre presente en la catequesis de la Iglesia. Significa la importancia de las decisiones morales para nuestra salvación. “Hay dos caminos, el uno de la vida, el otro de la muerte; pero entre los dos, una gran diferencia” (Didaché, 1, 1)