Cómo reconocer a los lobos disfrazados de oveja?

Por: Laura Aguilar Ramírez
Para: Puntadas católicas

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Es muy común en nuestros días, dejarnos engañar por los demás.
En el fondo, son nuestras carencias las que nos hacen cerrar los ojos ante lo que vemos. "No hay peor ciego que el que no quiere ver"

Alguna vez he contado una historia de mi infancia:
Acudí con una amiguita a visitar a su mamá, después fuimos a visitar a su tía. Al salir, tomé un camión que decía lo que algunos camiones que pasaban por mi casa.

Pasé por lugares desconocidos... pronto empecé a ver lugares conocidos por mí. Pero en un lugar, el camión dió vuelta al lado contrario de mi casa. Y me dí cuenta de ello inmediatamente.
Pero no me bajé. Mi casa aún estaba lejos. No llevaba dinero para el regreso.

Llegué al final del recorrido del camión. Era un lugar conocido. Alguna vez había ido con mi mamá.
Me sentía angustiada, pero no me atrevía  a hacer algo tan sencillo como pedir el favor a alguien de darme unas monedas para tomar un camión para mi casa.

Muchas veces ví a mis compañeros pedir dinero para sus camiones y gastárselo en golosinas, riéndose de la tontería de las personas. Yo no deseaba que alguien pensara que era igual.
Pensé regresar caminando, pero estaba muy lejos y ya era tarde.
Había ido con mi amiguita al salir de los exámenes de la escuela, en mi casa no había nadie que se diera cuenta a qué hora llegaba. Así que varias veces, caminaba  haciendo tiempo o me iba con alguna amiga porque no me gustaba estar en casa a sólas.

Pero ése día, ya era tarde. Tenía que llegar a mi casa, hacer mi quehacer antes de que mi mamá llegara.
No me decidía a pedir dinero, pero necesitaba hacerlo. Me puse a llorar y un señor muy amable, se me acercó y me preguntó si estaba perdida. Llevaba mi uniforme  y mis útiles escolares.

Le dije que sí, que había tomado mal el camión y que no tenía dinero para otro. La verdad te hará libre.
El me dió las monedas justas de mi camión, me acompañó a la terminal y me encargó con el chofer para que me bajara en la parada de mi casa. Así, volví confiada y protegida.

Muchas personas habían pasado, mientras yo lloraba. Seguramente en mi cara se veía la angustia, pero nadie se fijó en ello. Todos pasaban apresurados.

Lobos envueltos en piel de oveja, que no se preocupan por los demás.

Otras personas son tan hipócritas que se retiran a fumar su cigarro afuera de su casa, para no afectar a su familia y no les haga daño. Como si el fumar afuera, quitara del aire que respiran, el mal. Como si quisieran dañar a los de afuera y no a los de su casa.
Tal vez, éso es lo que desean en realidad: dañar a otros sin afectar a los suyos.

Hay personas tan hipócritas que te abrazan y  besan en cuanto te ven. Hasta la voz la tienen melosa... pero cuando las necesitas, simplemente no están disponibles. Por lo  menos, no para tí.

Hay personas tan hipócritas que se aparecen por tu casa, sólo cuando necesitan un favor o van a venderte algo.. pero no se te ocurra pedirles algo a ellas, porque nunca tienen.

Hay personas tan hipócritas que te ven pasar todos los días y nunca te saludan. Incluso, los que te ven todos los domingos en misa.

Hay personas tan hipócritas que saben estirar la mano y después hablar atrás de las personas que les han tendido la mano.

Hay personas que te invitan un cigarro, pero nunca te invitan un taco para calmar tu hambre

Hay personas que acuden a cuanta fiesta las invites, pero nunca te invitan a una

Hay  personas que viven al lado tuyo, y nunca te saludan si tú no las saludas antes, como si ellas no tuvieran necesidad de que alguien les desee un buen día.

Hay personas que sólo viven en tu barrio, porque necesitan un  lugar en donde vivir, pero que no consideran a sus vecinos como alguien digno de saludar.

Hay personas que te hablan sólo cuando se les descompone el carro, porque no encontraron a otro tonto que las lleve a donde desean.

Hay personas que parecen tan decentes, que tienen fama de buenas gentes... pero basta con ir a una fiestecita suya, para darte cuenta que se pierden en el alcohol. Y en ningún otro lado lo hacen

Todos ellos son lobos con piel de oveja. Dispuestos a morderte en cuanto les des la espalda.

Sólo hay una manera de pasar entre tanto lobo: como el profeta Daniel entre los leones: con la fé de Cristo, con el corazón y los ojos, puestos en El.

Muchas veces mi esposo me dice que abra los ojos en la Iglesia y yo no lo hago. Permanezco con los ojos abiertos en todas partes... para distinguir a los lobos de las ovejas.
Sólo en la casa de Dios puedo cerrarlos, confiándome a la Virgen, confiándome a Cristo.

Me gusta cerrar los ojos ahí, escuchar su palabra, descansar de mis cansancios. Algunas veces, las lágrimas corren por mis mejillas... y no me preocupa, porque sé que sólo Dios las ve. Ni siquiera los que están a mi lado. Ellos tienen fijos sus ojos, en todo... menos en mí.

Sólo ahí puedo descansar como si estuviera en mi casa a sólas, como si estuviera en mi cuarto, en la intimidad de los brazos de Jesús.